De un lado, en tanto que las TIC han dado lugar a un nuevo
espacio público global, el ciberespacio, donde emergen las nuevas formas que
cobran los derechos de primera, segunda y tercera generación y su contribución
sustantiva a los modelos y procesos de desarrollo centrados en las personas
frente a aquellos centrados en la economía y la tecnología.
Por otro, la
concreción de los derechos a la información, la comunicación y el ciberespacio que,
en la sociedad de la información, no solo se convierten en derechos humanos
fundamentales en si mismos, sino también en una condición para el ejercicio y
la defensa de los demás derechos.
Las TIC surgen del proceso de convergencia entre las
soluciones informáticas (desde el ábaco hasta la computadora personal), las
tecnologías de la información (desde la pintura mural hasta el televisor) y las
tecnologías de la comunicación (desde las señales de humo hasta el teléfono
celular). (CEPAL, 2003).
El debate actual sobre la importancia del acceso a las TIC y
su valor en el tratamiento de las disparidades de desarrollo a nivel mundial
forma parte de un amplio debate sobre los posibles beneficios y riesgos de la
globalización. Esto se debe a que las TIC son, en sí mismas, un dinamizador
clave de la globalización: el nivel y el ritmo de las corrientes mundiales en
activos materiales e inmateriales se han incrementado de manera espectacular
por la gran capacidad de conectar personas a las redes, atravesando fronteras
geográficas, a bajo costo. Esta relación entre las TIC y la globalización hace
que las TIC requiera de intervenciones críticas en las políticas de desarrollo
y cambio social.
El concepto de derechos humanos, al igual que el de
desarrollo, es dinámico y está históricamente configurado y por lo tanto
abierto a continuas interpretaciones.
Así la revolución tecnológica abre un nuevo escenario para
el ejercicio o la vulneración de los derechos humanos y del derecho al
desarrollo, «…un gran reto añadido en el siglo XXI: las nuevas formas que
cobran los derechos de primera, segunda y tercera generación en el entorno del
ciberespacio, es decir, la cuarta generación de los derechos humanos»
El derecho al ciberespacio
Así, Internet es un espacio público global, que debe ser
abierto, asequible y accesible para todas las personas. Aunque cada vez son más
quienes acceden a este espacio, muchas siguen excluidas y, al igual que el
proceso de globalización con el cual está estrechamente ligado, la expansión
del acceso a Internet sucede en forma desequilibrada y suele aumentar las
desigualdades sociales y económicas.
Sin embargo, tanto Internet como otras tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) pueden ser una poderosa herramienta de movilización
social y desarrollo, resistencia a la injusticia, y expresión de diferencias y
creatividad.
Pero este enfoque no es del todo nuevo. En los años setenta,
la UNESCO fue el escenario elegido para un debate que, a pesar de ser
restringido, permitió ampliar notoriamente el número de involucrados en la
discusión en materia de políticas de comunicación y que de forma genérica
pueden denominarse como el «derecho a comunicar», al denunciar la concentración
de los medios de comunicación y el «imperialismo cultural» que suponía la
estructura mediática internacional del momento.
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